Manuelita Sáenz ante el dilema de Hamlet de ser o no ser, elige Ser y Víctor Paz Otero, con prosa poética y metafórica, traza la introspección de una mujer rebelde, la cual nunca es sombra del Libertador.

Simón Bolívar, ama, respeta y valora a Manuelita Sáenz por ser una mujer sin ataduras, ni dobleces. Ella, se opone a las falsas mansedumbres y rompe los paradigmas de la sociedad convencional del siglo XIX. Manuelita supera el delito de ser mujer en una época donde la cultura y los valores ciudadanos es pertenencia de los hombres.

La amable loca nunca oculta el sentir y pensar, es odiada y perseguida al pisotear las hipocresías y destrozar las máscaras de los enemigos de Bolívar.

Manuelita siempre es transgresora en tiempos turbulentos, y sobre todo al rechazar el prejuicio de considerar a la mujer como un ser manipulable.

La otra agonía de Víctor Paz Otero es la voz tormentosa de una mujer en el ocaso, en el postrer crepúsculo. Ella, es la voz que reconstruye con trémulas palabras el hilo de los sueños idos y de los sueños rotos. Manuelita, con una vida personal de trascendencia colectiva, escarba en las heridas del pasado siempre presente.

El autor se mete en la piel, los huesos, la sangre y en los recodos ocultos de una mujer que supera con osadía la timidez. Manuelita comparte con el sembrador de repúblicas una vida azarosa.

Manuelita, en un monólogo abismal, revela los silencios y nostalgias de una mujer desterrada en lugar infernal, donde reina la desolación más deprimente. Paita es la metáfora despiadada y violenta de toda la soledad del mundo. El odio de los enemigos de Bolívar la exilian en ese puerto, del desértico litoral peruano.

Ella, la mujer condecorada por el General San Martín por el aporte a la independencia del Perú, nos da un testimonio sin ambigüedades del rosario de infamias, traiciones, triunfos, derrotas, sueños y pesares que padece el Buen Ciudadano, en un vía crucis inédito.

Manuelita muere siendo lo que ella siempre es, una mujer sin concesiones, llevándose con ella los pecados, resentimientos y virtudes de un ser pasional.

Ella, al vivir el ideal quijotesco de ser libre, se enfrenta sin arrepentimientos, a un cruel final; fallece en un epidemia y es sepultada en una fosa común.

El amor es el manantial del cual fluyen las remembranzas de una mujer admirable. El amor por Bolívar fue escarnio y quemadura, batalla sin tregua y despiadada, crepúsculo y naufragio pero también aurora luminosa, luz y sombra, éxtasis y derrotas. Ella, la antihéroe, al evocar el cordón emocional con Bolívar, padece y perece a cada instante. Ella, en la intimidad erótica, revela en el angustioso coloquio con el hombre de las dificultades, que su cuerpo es un universo pleno de sonido, mundo de asombros y de abismos y también de extraños esplendores. Mi cuerpo ha sido más calumniado que tu gloria.

Manuelita, recuerda los sinsabores de ser una hija bastarda, el lazo eterno con Jonás y Jonatás, el reencuentro con el excéntrico Simón Rodríguez. Ella, hace presente, el tiempo de la gloria, cuando Bolívar, en Guayaquil se impone a San Martín y se dan las epopeyas de Junín y Ayacucho.

La mujer culta, con carácter y libre de prejuicios renace, con orgullo y fuerza después de cada desencuentro. La aspiración es ser libre para ser ella misma.

Manuelita, con el alma sangrante, fecunda palabras plenas de relámpagos y hace memoria de los tiempos de espinas.

 La hora de los lobos, de las mentes mezquinas, de la intriga y la envidia, inicia el juego sucio de los intereses creados, es el tiempo envilecido de la traición. Los vándalos de la Patria Grande, tienen un ejército de abogados, leguleyos y políticos listos a cosechar lo que la sangre y el heroísmo habían construido, es el tiempo de los canallas. Los retóricos instauran la corrupción de los escritorios, es la hora de las componendas, de los caudillos.

El tiempo de los asesinos se da con el atentado de Bogotá. Ella, los enfrenta, y salva a Colombia del escarnio y del estigma, eso nunca se lo perdonan. Ella sufre el tiempo de las ambiciones parroquiales, de la cicuta y la amargura, he arado en el mar declara el poeta de Mi delirio en el Chimborazo.

La otra agonía de Víctor Paz Otero, es el hermoso compendio de las añoranzas de una mujer enamorada, el amor por Bolívar derrota a la muerte.

Manuelita Sáenz es una mujer imprevisible y desconcertante, rebelde y cáustica, carente de disimulos. Siempre alerta e informada, con excelente sentido de latencia, refleja diáfanamente odios y afectos. Los puritanismos de la sociedad los asedia con firmeza, con criterio propio.

Ella, exquisitamente femenina, luce con donaire la belleza física y cerebral; experta jinete, participa en combates al lado del Libertador.

La amable loca es la única persona que puede fumar delante de Bolívar.

Ella asiste a los círculos culturales de Quito, Lima y Bogotá, lee muchísimo.

Manuelita es una mujer del Siglo XXI, se adelantó a su época.

Referencia Bibliográfica.

Paz Otero, Víctor. La otra agonía. La pasión de Manuelita Sáenz/Bogotá: Villegas Editores, 2006. 159p.il.

Recomiendo en La metáfora de los espejos, el ensayo “Manuelita, una mujer de nuestro tiempo”. El autor consultó de Concha Peña, La Libertadora del Libertador. El último amor de Simón Bolívar y la obra de Víctor W. Von Hagen La amante inmortal.

 Por Ricardo Arturo Ríos Torres

Panamá, septiembre de 2018.

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